A lo largo del tiempo, la gente ha quedado encantada con una piedra preciosa concreta: el diamante. El diamante simboliza la atemporalidad y la belleza y es buscado en todo el mundo, sobre todo por su brillo y durabilidad.
El diamante siempre ha atraído, hechizado y fascinado. Como pieza de joyería, casi no tiene rival, y el hecho es que el diamante es el material natural más duro del mundo. Si hablamos de temperatura ambiente, un diamante sólo puede ser rayado por otro diamante.
¿De qué está hecho el diamante?
En su forma más pura, el diamante está formado por pequeños trozos de carbono que se presionan entre sí con mucha fuerza durante mucho tiempo. En resumen, el diamante está formado por átomos de carbono dispuestos en la denominada estructura de red cristalina. Gracias a ello, el diamante adquiere una fuerza excepcional.
Claro, está hecho del mismo material que el grafito de los lápices, pero la estructura de los átomos del diamante lo convierte en el material más duro que existe.
¿Cómo se forma un diamante?
Imagine que puede observar las profundidades del manto de la Tierra, donde hay calor y presión intensos y donde tiene lugar la formación de diamantes.
Los átomos de carbono cristalizan a lo largo de millones de años y se convierten en esta preciosa piedra preciosa. Bang, bang: pronto tendremos erupciones volcánicas y estos diamantes serán empujados más cerca de la superficie de la tierra. Allí se extraen, cortan y pulen, revelando su brillo y resplandor.
Gracias a este proceso se ha creado un diamante, visualmente cautivador, pero también con una asombrosa historia en su cuello sobre cómo la geología puede mostrar su lado más bello y realizar grandes hazañas como estas.
¿Qué define a un buen diamante?
En resumen, la calidad de un diamante es de unas 4 C.
En primer lugar, hablamos del corte: el pulido. El corte afecta el brillo del diamante y su capacidad para reflejar la luz. Si el diamante está bien tallado, se ve un juego de luces deslumbrante que cautiva al espectador (incluido usted).
Luego hablan de Color: el color. Un diamante puede ser incoloro o de color amarillo pálido, o incluso marrón. Los más buscados y valiosos son los diamantes incoloros.
Luego viene Claridad. La claridad muestra si hay fallas internas o imperfecciones externas, e idealmente ninguna de las dos debería estar presente. Los diamantes impecables son los más claros y, por tanto, los más raros.
Por último, hablamos de quilates, es decir, el peso en quilates, que indica el tamaño del diamante. Cuanto más grandes son los diamantes, más valiosos son. Un diamante con todas estas 4 C en perfecto equilibrio irradia belleza y valor.
¿Cómo cuidar un diamante?
Para empezar, debes limpiar tu diamante periódicamente, preferiblemente con un cepillo suave, jabón suave y agua tibia. Frote el diamante suavemente para eliminar la suciedad acumulada.
Mantenga el diamante alejado de productos químicos agresivos como el cloro y la lejía. Puede dañar el diamante, así que asegúrese de quitarse las joyas antes de hacer cualquier cosa que lo ponga en contacto con ese tipo de productos químicos.
Además, asegúrese de guardar el diamante en un estuche de tela, en un joyero o en un compartimento separado cuando no esté en uso. De este modo se evitan arañazos o daños, ya que no entra en contacto con otras joyas.
A veces puede ser bueno llevar los diamantes a un joyero, por ejemplo una vez al año. A través de dicha verificación, puede identificar cualquier problema con las joyas, como daños que deban repararse.
También debes evitar usar diamantes en contextos donde estén expuestos al desgaste. Un ejemplo es si practicas deportes, cargas objetos pesados o realizas otro tipo de actividades donde el diamante pueda rayarse o dañarse.
¿Sabías que…?
El diamante más grande jamás descubierto es el Diamante Cullinandia, en Sudáfrica en 1905. Pesaba hasta 3106 quilates y a partir de él se crearon varios diamantes de gran tamaño, incluidas algunas de las Joyas de la Corona Británica.